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Tecnología y salud mental infanto-juvenil

La irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana, la vertiginosa velocidad en su desarrollo y la inmediatez que caracteriza su funcionamiento plantean un contexto que está impactando de forma significativa en el desarrollo de niños y adolescentes. En este contexto, la pandemia COVID-19 supuso un cambio brusco en el uso que la mayoría de los menores hicieron de las nuevas tecnologías, aumentando muy considerablemente su consumo.

El universo digital influye en la salud mental de los menores en varios aspectos. Su carácter inmediato o excesivamente rápido ejerce un impacto en el neurodesarrollo de niños y adolescentes, habituando al cerebro a mayores niveles de estimulación. La red puede ejercer una influencia significativa en los hábitos de salud de los adolescentes, y especialmente en sus ciclos de sueño, ya que el acceso a lo digital está siempre presente, con posibilidades de acceso a cualquier hora del día y de la noche. Además, el masivo uso de las redes sociales para la interacción con iguales plantea estándares de relación carentes de responsabilidades afectivas, con un contacto interpersonal directo cada vez más incómodo, y donde las rupturas de la relación se pueden ejercer unilateralmente (por ejemplo, mediante el ghosting). La red se apoya especialmente en contenidos de imagen, incrementando el foco hacia la apariencia de otras personas con éxito en el mundo digital y comparándola con la apariencia propia. A esto se añade el preocupante incremento en el consumo de pornografía por parte de los menores desde los 8 años.

La evolución de las demandas en las consultas de salud mental infanto-juvenil en los últimos años objetiva el efecto negativo que el uso perjudicial de las nuevas tecnologías ha supuesto para muchos niños y adolescentes en riesgo de pobre salud mental. Un ejemplo de este efecto es el incremento en la incidencia y gravedad de problemas mentales en los menores, como la ansiedad, la depresión, las alteraciones conductuales, las conductas adictivas (especialmente las adicciones comportamentales), los síntomas de inatención e hiperactividad, las alteraciones de la conducta alimentaria y las conductas suicidas.

Considerar el uso perjudicial de las nuevas tecnologías como factor causal del empeoramiento de la salud mental infanto-juvenil en los últimos años plantearía un enfoque tan rígido como simplista. Como profesionales de la salud mental infanto-juvenil abogamos por mantener un marco holístico e integrador que nos permita identificar factores de protección y vulnerabilidad en los contextos que rodean a cada niño y a cada adolescente. Desde esta mirada identificamos los síntomas, comprendemos los procesos de su desarrollo y su contexto, y planteamos recomendaciones de caso único a los menores y a sus familias.

Las nuevas tecnologías son parte inherente a la vida en desarrollo de nuestros niños y adolescentes. Su uso perjudicial puede conllevar nuevos riesgos para la salud mental que debemos conocer y comprender, con el fin de prevenirlos e intervenir sobre ellos. Ayudar al menor en desarrollo utilizar los recursos y fortalezas que ofrece el mundo digital, es sin duda, la mejor oportunidad en este proceso de cambio.