¿Qué es la esclerosis múltiple?
La esclerosis múltiple es una enfermedad neurológica que afecta a 100 de cada 100.000 personas en las consideradas zonas de riesgo.
Es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres y es la segunda causa de discapacidad neurológica en personas jóvenes, después de los traumatismos.
La esclerosis múltiple se considera una enfermedad inmunomediada crónica del sistema nervioso central. Como sucede en otras enfermedades inmunomediadas, el sistema inmunológico que en condiciones normales nos permite defendernos de virus o bacterias se confunde y ataca una o más estructuras de nuestro cuerpo.
En el caso de la esclerosis múltiple el ataque se produce contra la mielina de los axones, es decir, la sustancia que recubre los axones de las neuronas y que es imprescindible para que la comunicación entre ellas sea rápida y efectiva.
En la teoría más aceptada actualmente, existirían unos linfocitos, que son células de nuestro sistema inmune, que atacarían a la mielina y producirían inflamación y desmielinización. Algunos de estos ataques serían lo suficientemente dañinos como para provocar síntomas en los pacientes, que conocemos como brotes de la enfermedad y que como ocurre en otras enfermedades se caracterizarían por una pérdida de función neurológica. Los síntomas de los brotes se instauran de forma aguda, lo que significa que los pacientes van perdiendo función progresivamente en el curso de horas o días. Un brote se define como una pérdida de función neurológica que por definición dura más de 24 horas. En función de que zonas del cerebro sufran la inflamación y desmielinización los síntomas serán diferentes.
Los brotes más frecuentes son los sensitivos, en los que se produce una pérdida de sensibilidad en una parte del cuerpo.
La neuritis óptica consiste en la inflamación del nervio óptico que provoca pérdida de visión en un ojo acompañada de un dolor con los movimientos oculares. También es frecuente la discromatopsia, es decir, la dificultad para discriminar los colores.
Los brotes motores llevan a los pacientes a perder fuerza en una parte del cuerpo. Lo más frecuente es que se produzca pérdida de fuerza en las piernas o en la mitad del cuerpo.
También puede afectarse la motilidad ocular lo que provocará visión doble, que llamamos diplopía.
Pueden producirse brotes en el cerebelo que provocarán inestabilidad o problemas para articular las palabras y brotes más graves por afectación en el tronco del encéfalo, dónde están situados los nervios craneales, que se encargan del funcionamiento de las estructuras de la cara, además de las vías que comunican el cerebro con la médula espinal.
Estos ataques inflamatorios se pueden visualizar en la resonancia magnética, donde nos encontramos placas desmielinizantes, que suelen localizarse en los nervios ópticos, la sustancia blanca, el tronco del encéfalo, el cerebelo y la médula espinal.
Según la teoría que estamos describiendo, la inflamación desencadenaría lo que se conoce como degeneración axonal, que es un daño lento y progresivo de los axones de las neuronas y que se relaciona con una fase distinta de la enfermedad, en la que los pacientes van perdiendo función neurológica de forma lentamente progresiva y a lo largo de los años van empeorando paulatinamente. Los pacientes pierden fuerza, fundamentalmente en las piernas, pierden sensibilidad y equilibrio y también se puede producir incontinencia urinaria o problemas cognitivos en fases más avanzadas. En esta fase participan unas células que se llaman microglía y que también son células defensivas de nuestro cuerpo, pero en este caso, se encuentran exclusivamente en el sistema nervioso.
La mayor parte de los pacientes comienzan a sufrir brotes de la enfermedad, siendo la edad media de inicio en torno a los 30 años y siendo dos veces más frecuente en mujeres que en hombres. Después de sufrir un brote como consecuencia de la inflamación y desmielinización de una parte del cerebro, este comienza a recuperarse y empieza a producir mielina de nuevo, proceso que llamamos remielinización. Esto hace que pasado un tiempo tras sufrir el brote los pacientes mejoren hasta que sufren un nuevo brote y de esa manera la cantidad de pérdida de función va aumentando. A esta forma de provocar síntomas la llamamos esclerosis múltiple remitente recurrente. Pero llega un momento en el que la degeneración axonal que se ha desencadenado y ha ido avanzando poco a poco, es lo suficientemente importante como para provocar esa pérdida de función lenta y paulatina de la que hemos hablado antes. Es entonces cuando hablamos de esclerosis múltiple secundariamente progresiva.
Esta teoría sirve para explicar la mayoría de los tipos de esclerosis múltiple, aunque todavía quedan muchas preguntas por responder, como por ejemplo, por qué existen pacientes en los que a pesar de no identificar una inflamación activa en el cerebro se produce una degeneración axonal progresiva.
Otra pregunta sin respuesta es por qué se produce, qué hace que se desencadene esta inflamación.
Existen distintos factores de riesgo:
- Infecciosos: El virus de Epstein-Barr es el que más se ha relacionado con la esclerosis múltiple. Hay distintos estudios que muestran un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad en personas que han sido infectadas por este virus, pero aunque todo apunta a que existe una fuerte relación entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple todavía no existe la evidencia suficiente como para decir que es la causa única e indiscutible.
- Genéticos: Hay una concordancia entre gemelos monocigotos de alrededor del 30% y un riesgo del 3-5% entre hermanos. Hay distintos haplotipos como el HLADR2 y DRB1 más frecuentes.
- Geográficos. Aunque existe algo de controversia parece que la incidencia de esclerosis múltiple va aumentando a medida que nos alejamos del ecuador. Esto se ha relacionado con la menor exposición solar y menores niveles de vitamina D cuanto más lejos estamos del ecuador.
- Otros: el tabaco parece aumentar el riesgo de esclerosis múltiple y los pacientes con la enfermedad tienen una microbiota diferente, si bien todavía se desconoce la relación.
Aunque todavía no conocemos la causa exacta, se han desarrollado distintos tratamientos para la esclerosis múltiple que han demostrado efectividad en múltiples ensayos clínicos:
- Tratamiento de los brotes: dosis altas de corticoides, fármacos muy utilizados por su potente efecto antiinflamatorio.
- Tratamientos modificadores de la enfermedad: Disminuyen la aparición de brotes y de nuevas lesiones identificables en la resonancia magnética.
Puedes ver el vídeo de esta explicación en Youtube:
https://youtu.be/6GIqdFc6qC4?si=L_TZCFGEfwco_M2S
Pablo Gómez-Porro.
Experto en Neurología.